jueves, 24 de septiembre de 2009

CACA



Y como siempre algo pasa y el estupendo día de estropea.
Más que nunca me acuerdo del cuento de las ranitas.


Trata de dos ranitas caen en un vaso con nata. Poco a poco se van hundiendo. Empiezan a patalear. Pero es muy cansado y no avanzan nada. Se siguen hundiendo.
Una de ellas (más derrotista) exclama: ¡en este líquido tan espeso no se puede nadar!. Si voy a morir porque seguir prologando el sufrimiento y poco a poco se dejó tragar por la espesa masa. La otra ranita (una tía muy muy válida por cierto) continuó pataleando y moviendo con fuerza sus ancas y aunque sintió que la muerte estaba cerca, siguió luchando hasta su último aliento. Durante horas chapoteó sin resultado alguno. Hasta que de golpe y porrazo la nata se convirtió en mantequilla. La ranita, que no daba crédito, saltó del vaso y volvió a casa croando felizmente.

Pues bien, este cuento de Bucay ahora mismo me viene que ni al pelo.
No sé si esta será mi nata y tampoco sé si algún día se convertirá en mantequilla. No sé si seguiré chapoteando siempre en el mismo lugar sin avanzar un mísero centímetro. Sólo sé que cuando eres persistente, como la ranita, al final tiene su recompensa.
Y qué narices, yo también quiero volver a casa croando felizmente!

4 comentarios:

eZelChe dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Lo que se le olvida a Bucay - o a vos - es que la ranita no solo vuelve a casa felizmente sino que lo hace empapada de dulzura y fuerza, porque más importante que la meta está el proceso de lucha y aprendizaje que nos lleva hacia ella.

Álex dijo...

Igual no es tanto de avanzar, que también, sino de no retroceder.
Sea lo que sea, el volver a casa sonriendo.

Si us plau

Álex dijo...

a ver si con los nuevos comentarios aparecen nuevos textos.
vaga y loca!